viernes, 30 de julio de 2010

Ƈσŋ∱εşïóŋ

La miró a los ojos y le dijo despacito como para sí mismo, sólo para que ella lo escuchara: Elena, te amo, desde siempre, me quede prendado de tu voz, de tu manera de ser tan delicada. Lo dijo rápido, en un susurro, mientras que al mismo tiempo sentía como los colores le subían al rostro, él, que presumía de ser todo un macho, se estaba poniendo colorado como una niña, que humillación, pero aquello no era nada, con lo que se venía, jamás lo pensó, su ego de macho no lo vino venir; ella se rió en su cara, se rió de sus palabras, de los colores de su rostro, de lo bajo del tono de su voz, de todo, todo le pareció divertido y le dijo: eres un tonto, como muchos que andan por ahí, como muchos que han tenido el valor de decirme algo semejante, yo no creo en el amor, no necesito un hombre para ser feliz, guárdate tus palabras, ve a adular a otra y se marcho riendo. Él que pensó que esa noche la atesoraría como la primera de muchas noches de amor, no podía creer su derrota y en un intento vano por preservar su orgullo, le grito: Elena! Te vas arrepentir, nadie te amará como lo hago yo, ella ni siquiera volteó el rostro; sus palabras fueron para el viento dando la sensación que también se reía, como la noche en general.

3 comentarios:

  1. Me gusta mucho el final, demuestra tú propia fe :)


    te quiero

    ResponderEliminar
  2. como es eso, de mi propia fe?????? nu entender ... que lindo que te guste... Muak!!!!

    ResponderEliminar