jueves, 12 de agosto de 2010

18 años, da igual(1° parte)

Se despertó temprano; algo demasiado inusual en ella, pero es que hoy no era un día como cualquier otro, se suponía que hoy era un día distinto ya que sería su cumpleaños, además tampoco era un cumpleaños cualquiera sino su cumpleaños número 18. Por una parte todos decían que cumplir 18 años era algo diferente a los demás cumpleaños, aunque no tenía idea si era o no así, pero por otra parte jamás le habían gustado sus cumpleaños por el simple hecho de que jamás había tenido alguien que se lo celebrara como era debido. Debido a esto se suponía que un cumpleaños más o uno menos daba igual.
Revisó su celular, aún no recibía ningún mensaje ni llamada de feliz cumpleaños, también reviso su facebook, pero nada de nada. Siempre como cada año tenia la secreta esperanza de que su cumpleaños esta vez fuera distinto, hasta ahora eso no había pasado y ya perdía la esperanza de que eso sucediera, a pesar de que todos dijeran que la esperanza era lo último que se perdía. No se quería levantar de la cama, pero mas le valía levantarse de inmediato, sino llegaría tarde a trabajar, a su “súper” trabajo, por lo tanto se levantó de un brinco y como siempre pensando en que se me pondría, se miró en el espejo y justo hoy, como le pasaba algunos días se encontró fea, le dieron ganas de volver a su cama, pero ya no era una niña que cuando no quería enfrentar sus problemas se escondía o decía que estaba enferma, eso ahora no resultaba, para su desgracia. Se puso lo primero que pillo, su falda regalona, botas negras y lo demás todo azul (pantys, chaleco, chaqueta, bufanda), hacia un poco de frío, aunque el día tenía pinta de que cambiaría. Miró su reloj, ya iba tarde a trabajar así que corriendo tomo su bicicleta y salió.
Su jefa la estaba esperando en la oficina, pensó: “Oh no, justo hoy, en mi cumpleaños” en fin, daba lo mismo, era de esperarse, hace días que sus compañeros de trabajo le decían que por volada le llamarían la atención, creo que tenían razón.
Se suponía que cuando uno salía de conversar con su jefa normalmente salía o con la cara larga o con la cara triste, pero ella salió con la cara sin expresión, es que no se lo pensó, no se lo imagino para nada, aunque sabía que la mala suerte la perseguía esperaba que al menos hoy pasaría de largo. Perfecta se veía ahora con un sobre azul en la mano, ni siquiera se despidió de sus compañeros de trabajo; en los 3 meses que llevaba trabajando en ese lugar no había fortalecido lazos con ninguno de ellos, mejor así pensó, agarro su bicicleta y pedaleo lo mas rápido posible, para apartarse de allí de un buena vez, pedaleo, pedaleo, pedaleo, etc. Por sus mejillas corrían lágrimas que no podía detener, pedaleo tanto que llego a una parte de la ciudad que no conocía, se devolvió caminando, con la bicicleta al lado suyo, no quería llegar a la soledad de su casa, es decir, de su pequeño y diminuto departamento que desde que su abuela había muerto, llamaba hogar. Mientras caminaba sonó su celular, era su pololo: “Hola amor: feliz cumpleaños, que tengas un lindo día, después te paso a ver”… y colgó, ni siquiera dejo que hablará, no se dio cuenta de que estaba llorando, ni siquiera preguntó que tal había sido su día, que terrible. Cristopher nunca había sido un modelo de novio pero al menos esperaba que conociéndola como la conocía, fuera un poco más comprensivo o algo por el estilo, pero no era chiste que a veces los hombres eran perfectos trogloditas.
Subió a su departamento y se metió derecho a la cama, quería dormir y solo dormir, como decía a veces no despertar jamás, bueno eso solo era un dicho, a veces la vida podía ser buena, solo a veces. Se despertó con el ruido del timbre, sonaba sin parar. Que lata no se quería levantar, ya sabía que no podía ser Cristopher; él tenía llave. Se levantó lentamente y fue abrir la puerta, era un ramo de preciosas flores para ella, parece que Cristopher no era tan troglodita después de todo, firmo el recibo y cerró la puerta mientras leía lo que decía la tarjeta con la cual venían las flores “eres mi vida, desde siempre y para siempre, agradezco a Dios que me dió el privilegio de conocerte y de que me ames como yo te amo, Feliz cumpleaños” firmaba “L forever” , primera vez que la sorprendía de esa manera en los 3 años que llevaban juntos, parece que después de todo los 18 años podían ser diferentes, en eso se da cuenta de que en su apuro por salir en la mañana no se había dado cuenta de que su casa estaba ordenada, normalmente su casa era un asco, Cristopher siempre le regañaba por lo mismo, pero esa tarde su casa lucia un aspecto reluciente, mientras asimilaba aquello, sonó su celular, sonaba y no sabía donde, es que cuando había llegado de vagar por la ciudad, había tirado todo lejos, ahora buscaba con afán su celular que sonaba sin parar. Lo encontró debajo de su cama, junto a ropa sucia, quién quiera que había hecho el aseo de su casa no había tocado su pieza, sonriendo por primera vez en el día, contesto el celular, era su pololo, “¿Amor, estás en casa? ¿Te gusto la sorpresa?
Cómo no le iba a gustar, era lo mejor que le había pasado en muchos días bastantes negros por si acaso. Quedaron en que ella lo iría a buscar al trabajo, a las 8, para que pasearan un poco, miro su reloj, tenia 3 horas antes de ir a buscarlo, sonriendo y mirando la vida con mas optimismo que en la mañana pensó “lo que puede hacer Cristopher en mi” pero le daba igual, se sentía mejor y eso es lo que importaba. Se propuso ordenar su pieza y embellecerse, a las 7 estaba ultra atrasada pero aun feliz, se tomo un tiempo para abrir y leer el maldito o bendito sobre azul, todo dependía de que punto de vista se me mirará, lo abrió y ahora si que su cara no sabia que expresión poner, es que dentro del “sobre azul” había dinero y una tarjeta de feliz cumpleaños que decía “Espero que tengas un lindo día, el dinero es un regalo del equipo de trabajo, que todos tus deseos se cumplan, eres una chica muy especial” firmaban todos sus compañeros de trabajo, incluyendo su querida jefa y traía una posdata que decía: “El sobre azul era un broma, para que no te tomes siempre las cosas tan a la mala, te esperamos mañana, ojala no hayas abierto este sobre demasiado tarde”, terminó de leer y se puso a llorar pero esta vez era de felicidad, sintió que Dios existía, que la vida por fin le sonreía y todo podía mejorar. Se fue a vestir, eligió con cuidado que ponerse, quería verse bonita, acorde con las cosas bellas que le habían pasado hoy. Y salio a la cálida noche, el cielo plagado de estrellas que le prometían sueños y finales felices.